En la época del imperio romano se sabe que el principal consumidor de artículos de cuero fueron las legiones, y este comercio estuvo centralizado en la ciudad de Roma a través de un gremio de comerciantes de cueros y pieles del puerto de Ostia. El comercio del cuero fue precisamente uno de los elementos desencadenantes de la guerra de Cártago, que era suministrador de pieles de los diferentes países mediterráneos gracias a los mercados instalados en el norte de África, lo cual provocó la ruptura del monopolio imperial romano que regulaba el comercio de las pieles.
A partir del siglo III a. C., y muy especialmente de la época del imperio romano, los mercados del cuero proliferan en todo el mundo romanizado. Quizá sea el sur de Francia y la práctica totalidad de la Península Ibérica la zona más abundante en este tipo de industrias. El hallazgo en el yacimiento de Contrebia Belaisca, en el pueblo de Botorrita (Zaragoza), de cal, azufre y de otros productos químicos, correspondiente al período comprendido entre los siglos I a. C. y III d. C., demuestra el desarrollo de la piel en tan temprana época en la romanizada Hispania. El material mayoritariamente utilizado en la confección del calzado era el cuero.
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